Es posible la innovación disruptiva en educación

5 tecnologías disruptivas

En la conferencia Learning Impact de 2013 presenté una ponencia magistral titulada “Innovación, disrupción, revolución… ¡oh, vaya!”. Elegí este tema porque el grado de alboroto sobre la “disrupción” en la educación parece estar en su punto más alto en este momento. Por cierto, ¡es increíble lo bien que encaja el ciclo Hype de Gartner con el Mago de Oz!

En mi opinión, el entusiasmo por el papel de la tecnología en la mejora de la educación es algo positivo. La educación es un segmento que necesita innovación disruptiva. Para mí, la exageración en torno a cosas como los MOOC representa el anhelo de muchos por “un futuro educativo mejor”, que presumiblemente implica menores costes para los estudiantes y una mejor realización profesional/vital, por no mencionar mejores ciudadanos globales necesarios para resolver nuestros retos globales. Admitámoslo: existe la sensación generalizada de que el sistema educativo actual no está a la altura de los retos del futuro. Y no está claro cómo llegar de “aquí” a “allí”.

Pero, como líderes en el segmento de la educación, tenemos que mejorar en la comprensión de dónde hemos estado y hacia dónde vamos, ¿qué constituye innovación y/o disrupción que merezca la pena invertir? ¿Es usted un inversor? Yo diría que cualquier persona que dedique tiempo a liderar la tecnología educativa a cualquier nivel es un inversor, pero sin duda también lo son las instituciones que invierten en innovación, y sí, los inversores de capital riesgo (los inversores en este segmento, incluidos algunos nombres bastante importantes, están tomando algunas decisiones equivocadas en este momento sobre dónde están poniendo su dinero, pero este artículo trata más sobre cómo las instituciones deberían decidir invertir sus recursos).

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El impacto de la tecnología disruptiva en la educación y cómo puede aprovecharse positivamente

Shawn Benner es Decano Asociado de la Facultad de Innovación y Diseño y Director del Programa de Sistemas Humanos y Medioambientales. Antes de incorporarse a la Facultad de Innovación y Diseño, Shawn fue profesor en el Departamento de Geociencias de Boise State.

El 23 de enero falleció Clayton Christensen, catedrático de Ciencias Empresariales de Harvard, conocido sobre todo por su trabajo sobre la “innovación disruptiva”. Su fallecimiento nos brinda la oportunidad de reconsiderar el aprieto en el que se encuentra la enseñanza superior estadounidense. Enfrentada al aumento de los costes, la disminución del apoyo social, las matrículas desiguales y la rápida evolución de las necesidades de mano de obra, la educación superior -y especialmente las instituciones estatales- están siendo asediadas desde diversos frentes.

El trabajo de Christensen nos anima a prestar especial atención a la creciente ola de innovadores disruptivos, tanto como amenaza como fuente de inspiración. La educación superior no es inmune a los desafíos de estos disruptores y Christensen puede ayudarnos a entender lo que este fenómeno puede significar para la academia.

Ejemplos de innovación disruptiva en la educación

La rueda, la bombilla y el teléfono móvil son tres ejemplos de tecnologías disruptivas. En su momento, estas innovaciones supusieron una profunda ruptura con los patrones anteriores, provocando grandes cambios en la vida de las personas.

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Para que esto ocurra, las empresas disruptivas adoptan modelos de negocio que les permiten innovar en el mercado. Por eso, uno de sus activos más valiosos es su departamento de Investigación y Desarrollo (I+D), una división cuyo objetivo es desarrollar nuevos productos o mejorar los existentes para cubrir una necesidad de la sociedad.

La innovación disruptiva se define como aquella tecnología que es capaz de perturbar un mercado ya establecido siguiendo una serie de pautas. Una innovación que en un principio se centra en un nicho y con el paso del tiempo alcanza una buena cuota de mercado, desbancando a la anterior.

Para Christensen, una tecnología que provoca un cambio relevante e interrumpe bruscamente la forma de operar de industrias, empresas y consumidores constituye una innovación disruptiva. Este proceso representa un periodo de adaptación como el que estamos viviendo con la Cuarta Revolución Industrial, marcada por la digitalización y los avances tecnológicos emergentes.

Innovación disruptiva en sanidad

La innovación es una de las consignas del siglo XXI y la formación debe formar parte de esta (r)evolución para adecuarse a las exigencias de un mundo cada vez más hiperactivo e hiperconectado. Para hacer frente a estos retos, la tecnología es un aliado esencial a la hora de promover una forma disruptiva de educación que sitúe el aprendizaje bajo una nueva luz.

Una disrupción es una ruptura o interrupción repentina. La educación disruptiva es, por tanto, aquella que pretende romper con el modelo establecido para mejorar el existente. Y muchos expertos piensan que el cambio es necesario y urgente porque el sistema actual es anacrónico, es decir, sigue anclado en el siglo pasado y no está respondiendo a las necesidades de la era digital.

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Así lo cree, entre otros, Ken Robinson. Este británico, una de las figuras más conocidas en el mundo de la educación, ha señalado en repetidas ocasiones que mientras los ámbitos económico, cultural y personal han experimentado una enorme transformación en los últimos 50 años, nuestros sistemas educativos no han modificado ni un ápice sus planes de estudio y sus objetivos.

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