Es la educación estúpido

Richard Branson: “La educación puede hacerte sentir estúpido

Probablemente sea justo decir que la mayoría de los profesores, directores y responsables de distrito tienen una relación de amor-odio con la tecnología. Les encanta cuando es fácil de usar, impulsa el aprendizaje y el compromiso de los alumnos y genera un buen rendimiento de la inversión de tiempo y dinero. Pero la odian cuando es complicada y presenta fallos, tiene escasa repercusión en el rendimiento de los alumnos y supone una pérdida de tiempo y dinero. Un uso incorrecto o erróneo puede hacer que los educadores pierdan de vista el potencial de la tecnología para mejorar el aprendizaje, desbaratando futuros intentos de integrar las herramientas digitales en la enseñanza.

3 “Nuestro distrito escolar invirtió miles de dólares en auriculares de RV [realidad virtual] para que los utilizaran nuestros profesores de preparación universitaria y profesional. Según los alumnos, no es más que un videojuego muy malo”.

Los 10 niños más expulsados del colegio por razones estúpidas

Félix Guattari, hablando de la institución psiquiátrica en la que trabajó en los años 50 y 60, ‘La Borde’, dijo: “¡Tratar al enfermo sin tratar al hospital es una locura!”. Tal frase hacía referencia a la necesidad de cuestionar -y rediseñar- las instituciones de nuestra sociedad actual. Hoy, en relación con las instituciones educativas, diría: “¡Enseñar a los alumnos sin enseñar a la escuela es una estupidez!”. La Escuela es un intento de pensar en una “escuela que aprende”; no (sólo) entendida como un lugar para aprender, sino como una institución que aprende. Y este proceso nos llevará -esperemos- a una escuela desescolarizada, utilizando las palabras de Ivan Illich, lo que significa que eliminará el monopolio del conocimiento de las instituciones y se lo devolverá a los alumnos.

  May ferrer secretaria de educación del pp

Por qué la escuela nos vuelve estúpidos

En 1992, tras casi un siglo de ganar guerras mundiales y forjar órdenes mundiales, Estados Unidos se rindió por fin. Al ganar la presidencia ese año, el Gobernador de Arkansas hizo campaña con el lema “Es la economía, estúpido”. Con este lema en casi todos los carteles y circulares de campaña, Bill Clinton llegó al poder a contracorriente de todas las elecciones presidenciales desde la Gran Depresión. Su discurso de investidura anunciaba que el país había “ido a la deriva”, que él “reinventaría América” con “cambios drásticos”, frente a una economía “debilitada por los fracasos empresariales, el estancamiento de los salarios, el aumento de la desigualdad y las profundas divisiones”.

Al volver el país hacia dentro, Clinton inició un impulso que ha dominado en el nuevo siglo. Barack Obama, en particular, arraigó aún más la noción de que Estados Unidos necesitaba urgentemente una “reparación” y que ésta tendría que llegar a través de Washington y sus agentes políticos. A través de su libro de campaña, Change We Can Believe In (Un cambio en el que podemos creer) y de su primer discurso de investidura, Obama subrayó que “debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y comenzar de nuevo la tarea de rehacer Estados Unidos”.

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Por qué la escuela pública y los medios de comunicación nos atontan

Al igual que la asistencia a un centro educativo puede ayudarte a comprender mejor el mundo que te rodea, el lugar que ocupas en él y formas útiles de desenvolverte en el trabajo y en la vida en general, también existen algunos escollos potenciales.

Por mi propia experiencia, soy Licenciado en Ciencias Arquitectónicas por el Trinity College de Dublín, un título bastante bueno. Sin embargo, el abismo entre la mayor parte de lo que aprendí en la universidad y lo que era necesario para el mundo real era considerable. Tuve que desaprender muchas cosas para sobrevivir en mi vida profesional y muchos de mis compañeros que se licenciaron hace 20 años todavía están desaprendiendo (lentamente) malos hábitos y patrones de pensamiento inculcados en el tercer nivel.

He conocido a mucha gente con licenciaturas en esto y aquello, másteres en esto y aquello, incluso doctorados, y no estoy seguro de que calificaría a muchos de ellos en la escala del Sentido Común. Se puede ser muy culto, incluso inteligente, y al mismo tiempo ser un poco tonto. A veces yo mismo soy culpable de ser estúpido, pero soy lo bastante inteligente para admitirlo. A los profesionales y a las personas tituladas les cuesta mucho superar la idea errónea de que, por tener un título, son más listos que el oso medio.

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