Es posible educar en la escuela sin castigos

La importancia del castigo en la escuela

A la hora de afrontar acontecimientos que a veces son de naturaleza extrema, puede parecer contradictorio que lo hagamos sin recurrir al castigo. Sin embargo, un enfoque basado en la recompensa, la compasión, las relaciones excepcionales y la evitación de la confrontación nos ha permitido superar las inspecciones consecutivas de “sobresaliente”.

Nos dimos cuenta de que, para la gran mayoría de los chicos de nuestra escuela, las amenazas no funcionarían, así que necesitábamos un enfoque diferente. Nuestra escuela puede funcionar sin sanciones, pero eso no significa que no tengamos consecuencias.

Cuando dejamos de utilizar las sanciones, lo sentimos como un enorme salto de fe. Nos salimos de todo lo que toda una vida -de hecho, las normas culturales de milenios- nos habían enseñado: la gente que hace “cosas malas” debe ser castigada.

Estábamos más que recelosos, pero sabíamos que la ciencia estaba de nuestra parte. Las investigaciones demuestran que el castigo, por diversas razones, es ineficaz para una minoría sustancial de la población general. Al investigar, nos dimos cuenta de que este subconjunto comprendía el 100% de los alumnos de nuestra escuela.

Cómo disciplinar sin castigar

El castigo corporal en la escuela es la imposición deliberada de dolor físico como respuesta al comportamiento no deseado de los alumnos. El término castigo corporal deriva de la palabra latina para el “cuerpo”, corpus. En las escuelas puede consistir en golpear al alumno en las nalgas o en las palmas de las manos[1][2] con un instrumento como un bastón de ratán, una paleta de madera, una zapatilla, una correa de cuero o una vara de madera. Menos comúnmente, también puede incluir azotar o abofetear al alumno con la mano abierta, sobre todo en el jardín de infancia, la escuela primaria u otros niveles más inferiores[cita requerida].

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Gran parte de la cultura tradicional que rodea a los castigos corporales en la escuela, al menos en el mundo anglosajón, deriva en gran medida de la práctica británica de los siglos XIX y XX, en particular en lo que respecta a los azotes a los adolescentes[3] Existe una gran cantidad de literatura al respecto, tanto en la cultura popular como en la seria[4][5].

En el mundo anglosajón, el uso de los castigos corporales en las escuelas se ha justificado históricamente por la doctrina del derecho consuetudinario in loco parentis, según la cual los profesores son considerados figuras de autoridad con los mismos derechos que los padres para disciplinar y castigar a los niños a su cargo si no se adhieren a las normas establecidas. Una justificación similar existe en los países de habla china[6], que permite a los funcionarios escolares sustituir a los padres como figuras de autoridad comparables[7]. La doctrina tiene su origen en un precedente del derecho consuetudinario inglés de 1770[8].

La escuela se hizo como un castigo

Este documento examina varias cuestiones relacionadas con el castigo y el aprendizaje. En la parte introductoria, el artículo describe claramente el concepto de castigo. También se analizan las perspectivas del conductismo y de la teoría sociocultural sobre el castigo. También se identifican y explican de forma exhaustiva las teorías de la reforma, la retribución, la disuasión, la atribución y el control social del castigo. Por otra parte, el documento señala los argumentos esgrimidos por quienes apoyan y se oponen al uso del castigo tanto en el hogar como en la escuela. También se examinan los consejos importantes sobre el uso del castigo, las repercusiones del castigo en el aprendizaje de los alumnos y las distintas alternativas al castigo corporal. El documento concluye que el castigo corporal debe ser eliminado porque no mejora el aprendizaje positivo de los alumnos, sino que trae muchas consecuencias negativas tanto para los profesores como para los alumnos.

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A pesar de que el castigo parece ser una técnica apropiada para controlar el comportamiento y la disciplina de los alumnos, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño reconoció que el castigo corporal empleado por los profesores y los padres en las escuelas y los hogares parece ser un método de disciplina ineficaz, peligroso e inaceptable, ya que tiene efectos negativos en lugar de positivos para los alumnos (Murphy y Vagins, 2010). Debido a estos efectos, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño declaró que el castigo corporal estaba prohibido. El artículo 28 (2) de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1989) establece la necesidad de garantizar que la disciplina escolar se administre de manera compatible con la dignidad humana del niño y de conformidad con esta Convención. Por lo tanto, se reconoce que los castigos severos en este sentido van más allá de la violación de los derechos fundamentales del niño, ya que pueden causar dolor, lesiones, humillación, ansiedad e ira que podrían tener efectos psicológicos a largo plazo (TEN/MET, 2008).

Cómo evitar los castigos corporales en las escuelas

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Los azotes son uno de los temas de crianza más debatidos. Aunque la mayoría de los pediatras y expertos en crianza no recomiendan los azotes, la gran mayoría de los padres de todo el mundo admiten que pegan a sus hijos.

Para muchos padres, los azotes pueden parecer la forma más rápida y eficaz de cambiar el comportamiento de un niño.  Y a menudo funciona a corto plazo. Pero los estudios demuestran que el castigo corporal tiene consecuencias a largo plazo para los niños.

Golpear a los niños por su mal comportamiento (especialmente por su agresividad) es un mensaje contradictorio. Su hijo se preguntará por qué está bien que usted le pegue, pero no está bien que él pegue a su hermano. Poner al niño en tiempo fuera puede ser una alternativa mucho mejor.  Cuando se hace correctamente, el tiempo fuera enseña a los niños a calmarse, lo cual es una habilidad útil para la vida.

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