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NCSE (2011) describió la inclusión como un proceso de abordar y responder a la diversidad de necesidades de los alumnos. Implica eliminar barreras para que cada alumno pueda obtener el máximo beneficio de su escolarización.
El Departamento reconoce el progreso muy significativo realizado por las escuelas en el desarrollo de prácticas inclusivas y la provisión por la que la gran mayoría de los alumnos con necesidades educativas especiales ahora asisten a escuelas regulares. También reconoce que una pequeña minoría de alumnos con necesidades significativas y duraderas pueden requerir un entorno más especializado (por ejemplo, una clase especial o un centro escolar especial).
Un planteamiento global de las necesidades educativas especiales debe reflejar el compromiso del Departamento con la inclusión de los alumnos con necesidades educativas especiales en las escuelas ordinarias. Las escuelas con una sólida cultura integradora se caracterizan por:
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La inclusión en educación se refiere a que todos los alumnos puedan acceder y obtener las mismas oportunidades a la educación y el aprendizaje. Surgió en el contexto de la educación especial con un programa educativo individualizado o plan 504, y se basa en la noción de que es más eficaz para los estudiantes con necesidades especiales tener dicha experiencia mixta para que tengan más éxito en las interacciones sociales que conducen a un mayor éxito en la vida. La filosofía que subyace a la aplicación del modelo de inclusión no prioriza, sino que prevé la utilización de aulas y escuelas especiales para la educación de los alumnos con discapacidades. Los modelos de educación inclusiva son puestos en vigor por los administradores educativos con la intención de alejarse de los modelos de reclusión de la educación especial en la medida de lo posible, con la idea de que es para el beneficio social de los estudiantes de educación general y los estudiantes de educación especial por igual, con los estudiantes más capaces que sirven como modelos de pares y los menos capaces que sirven de motivación para los estudiantes de educación general para aprender la empatía.
Se calcula que hay 240 millones de niños con discapacidad en todo el mundo. Como todos los niños, los niños con discapacidad tienen ambiciones y sueños para su futuro. Como todos los niños, necesitan una educación de calidad para desarrollar sus capacidades y desarrollar todo su potencial.
Sin embargo, a menudo se pasa por alto a los niños con discapacidad en la formulación de políticas, lo que limita su acceso a la educación y su capacidad de participar en la vida social, económica y política. En todo el mundo, estos niños se encuentran entre los que tienen más probabilidades de estar sin escolarizar. Se enfrentan a barreras persistentes a la educación derivadas de la discriminación, el estigma y la incapacidad habitual de los responsables de la toma de decisiones para incorporar la discapacidad en los servicios escolares.
La educación inclusiva significa que todos los niños estén en las mismas aulas, en las mismas escuelas. Significa oportunidades reales de aprendizaje para los grupos tradicionalmente excluidos: no sólo los niños con discapacidad, sino también los hablantes de lenguas minoritarias.
A nivel escolar, hay que formar a los profesores, renovar los edificios y proporcionar a los alumnos materiales didácticos accesibles. A nivel comunitario, hay que luchar contra la estigmatización y la discriminación y educar a las personas sobre las ventajas de la educación inclusiva. En el ámbito nacional, los gobiernos deben adaptar sus leyes y políticas a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, y recopilar y analizar periódicamente datos para garantizar que los niños reciben servicios eficaces.
La gestión del aula es un componente central de la práctica docente eficaz (Hattie, 2009) y los investigadores han destacado su especial importancia en las aulas inclusivas (Jordan y McGhie-Richmond, 2014; Farmer et al., 2019). Farmer et al. (2019) señalan que la gestión del aula está diseñada para fomentar el desarrollo del alumno y el mantenimiento de nuevas competencias. En un estudio observacional, Jordan y McGhie-Richmond (2014) identificaron la gestión del aula como una práctica docente eficaz que se correlacionaba con la cantidad de tiempo de instrucción. Helmke (2014) hizo hincapié en tres factores para la gestión eficaz del aula: (1) reglas claras y el establecimiento temprano y la realización coherente de las normas sociales y académicas, (2) la gestión exitosa del tiempo que facilita la transición fluida de una actividad a la siguiente y evita la impuntualidad y las esperas innecesarias, y (3) la prevención y el manejo eficaces de las interrupciones en el aula. Jordan y McGhie-Richmond (2014) informan, centrándose en las aulas inclusivas, que son cruciales las rutinas de clase bien establecidas para comenzar y finalizar una lección, repartir y recoger materiales y transiciones entre tareas, esperar que los alumnos se ayuden entre sí antes de pedir ayuda al profesor y asumir cierta responsabilidad en la gestión de su comportamiento y su participación en las actividades de aprendizaje.